Dentro de cuatro años, es muy probable que haya pasado a la historia esa imagen entrañable de los candidatos llamando a las puertas de su casa, saludando por el barrio, o agitando los brazos en lo alto de una camioneta, rodeados de “four-tracks”, señalando con el dedo índice a un simpatizante real o imaginario, escribe Mayra Montero