El coraje que inundó la calle en el verano sigue acumulándose, a medida que vemos a los partidos encaminarse por la misma senda recorrida. Ha-brá que regresar a la calle, escribe Pedro Reina
El coraje que inundó la calle en el verano sigue acumulándose, a medida que vemos a los partidos encaminarse por la misma senda recorrida. Ha-brá que regresar a la calle, escribe Pedro Reina
Dice el horóscopo chino que el 2020 será el año de la rata dorada, periodo de equilibrio y cambios radicales —y cuando lo pienso, mi imaginación considera una infinidad de posibilidades para la década que apenas comienza. La que termina, nos dejó el alma y el cuerpo desolados con tanta desgracia, fruto de repetidas incapacidades por parte del liderato político, y nadie ejemplifica mejor esto en Estados Unidos que el presidente Donald J. Trump. Con su elección, el país entró de lleno en una decadencia creciente en la medida en que el odio y la violencia son las armas preferidas de su arsenal para destruir convenciones y adelantar ob-jetivos personales. Trump, escoltado por el evangelismo blanco y defendido por un Partido Republicano reducido a mero coro de focas, aun en la antesala de su merecido residenciamiento, tiene en sus manos el clarín que augura tiempos todavía más oscuros si no le remueven de la presidencia por vía de juicio político en el Senado, o en los comicios de noviembre próximo.
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