Sea cual fuere el motivo, este ataque a tiros en el Coliseo de Puerto Rico debe llamar nuestra atención y la de las autoridades, destaca el profesor Pedro Reina
Sea cual fuere el motivo, este ataque a tiros en el Coliseo de Puerto Rico debe llamar nuestra atención y la de las autoridades, destaca el profesor Pedro Reina
El ataque a tiros contra el Coliseo de Puerto Rico, José Miguel Agrelot, en horas de la madrugada del domingo, comporta más de una interpretación —ninguna de ellas alentadora. Pudo tratarse de un ejercicio aleatorio de poder, un despliegue de temeridad por parte de personas fuertemente armadas que quisieron arremeter contra una estructura, digamos, emblemática de la ciudad de San Juan. O acaso fue un acto deliberado de intimidación, un evento planificado para enviar un mensaje visible que resonara con los múltiples disparos que dañaron la fachada del edificio más lucrativo que tiene Puerto Rico, pese a que la isla atraviesa una larga depresión económica. En ambas instancias se trata de un incidente que no debe ser ignorado o subestimado por nadie porque, no importa cómo se le aborde, entrega una especie de advertencia que merece toda la atención.
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