Cuando el lunes pasado se supo que Donald Trump, el presidente estadounidense favorito de algunos estadistas en Puerto Rico, respondió con un “absoluto no” a la pregunta de si creía que la isla debía ser estado de Estados Unidos, algunos pensaron que el míster anaranjado había empezado a interponer entre nosotros y la estadidad el muro que todavía no ha logrado construir en la frontera con México.