El profesor Pedro Reina argumenta sobre perversidad del drama que sufre gran parte de la población de la isla a un año de la catástrofe provocada por el huracán María
El profesor Pedro Reina argumenta sobre perversidad del drama que sufre gran parte de la población de la isla a un año de la catástrofe provocada por el huracán María
Ante la sombra de los sepulcros que nos dejó el huracán María, ¿qué hacemos? Solo quien tuvo en su casa a una familiar muerto, sin poder transportarlo o amortajarlo por días ante la falta de servicios básicos, conoce el profundo sentido de esa soledad mutilante. Y las mujeres que salieron al auxilio heroico de sus vecinos en Toa Baja para que luego alguna cayera abatida mortalmente por la leptospirosis acechante que ninguna clínica podía o sabía tratar. O los vecinos de Utuado que quedaron condenados por la caída de un puente que era su única arteria vial, cuyo derrumbe supuso una larga e irreversible agonía para los diabéticos, los ancianos y los pacientes renales. Atrapados y presos por la furia de un temporal y por la ineficacia del gobierno. Solo ellos y ellas pueden entender la injuria que le infligen todos los funcionarios públicos que denuestan su sufrimiento cada vez que cuestionan cifras o proclaman el éxito no reconocido de su gestión invisible. Bienaventurados los sufridos —y maldita la arrogancia.
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