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El carácter en la política: un análisis necesario

La manera en que un candidato se comporta en campaña vaticina cómo se comportará cuando alcance el poder, escribe Sonia Ivette Vélez Colón

22 de septiembre de 2024 - 11:10 PM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.

Atendiendo el debate entre la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos y el candidato republicano recordé la fantástica homilía dominical de unas semanas atrás, en la que desde el altar se nos regaló una reflexión sobre el carácter. Fue inevitable trasladar la meditación al espacio de lo público; en adelante lo escrito es mi sentir.

Imaginé un líder que no solo promete cambios, sino que también encarna, posee y ejecuta conforme sus valores. Miraba a Kamala Harris debatiendo en su primera experiencia, serena, enfocada, comprometida; aunque extrañé fuerza y contundencia en la expresión. Donald Trump, veterano en el proceso, parecía incómodo, molesto, y en demasiadas ocasiones con argumentos no creíbles, refutados, ni siquiera por su contrincante, si no por los propios periodistas que dirigieron el encuentro.

Me trasladé al ámbito local y a nuestros candidatos. Repasé las comparecencias a foros, las no comparecencias, las comparecencias tardías y los requerimientos de turnos preferenciales en las actividades políticas de los últimos días. La manera en que se han conducido nos deja deseosos del debate local para observar más.

Habrá que analizar cómo abordan los asuntos, su preparación, la adrenalina y la ebullición en el escenario de discusión. Ver las plataformas de trabajo para comparar, las habilidades de comunicación, el conocimiento sobre los temas y la capacidad para manejar la presión. Es una invitación a estar atentos para ver si se da un diálogo constructivo con planteamientos reales a problemas sociales o si prevalecerá el espectáculo, la prepotencia, las faltas de respeto y la superficialidad. Nuevamente recordé el carácter.

Definir el carácter de un candidato político implica considerar las cualidades morales y éticas que definen su comportamiento y toma de decisiones. Se traduce en como piensa, siente y actúa. Algunos atributos claves son: honestidad, integridad, empatía, responsabilidad y transparencia.

Estas cualidades no solo determinan cómo se presenta ante los electores, sino también cómo actuará una vez sea electo. La relevancia del carácter es fundamental en el proceso selectivo al que estaremos expuestos próximamente. La confianza pública, la efectividad en el cargo y el impacto a largo plazo son elementos esenciales para evaluar al momento de otorgar ese voto.

Debemos confiar en que el candidato actuará con integridad y honestidad. El de carácter sólido, de altos valores, es más probable que cumpla sus promesas y actúe en el mejor interés ciudadano. Un carácter mendaz está marcado por la mentira, la ambivalencia, la falsedad y se traducirá en promesas incumplidas, porque eso no importa.

La transparencia en las acciones y decisiones y el rendimiento de cuentas permite que evaluemos desempeño. La demostración de verdadera empatía y conexión con el pueblo logra que se entiendan mejor las necesidades y preocupaciones de los electores, lo que le permitirá tomar decisiones más informadas y justas.

A largo plazo, la responsabilidad y la ética aseguran que actuará de manera equitativa, evitando prácticas corruptas y favoreciendo el bien común. Un líder con un carácter fuerte, respetuoso y ejemplar contribuye a la legitimidad y estabilidad del gobierno; puede inspirar a otros a seguir su ejemplo, promoviendo una cultura de integridad, modelo de gobernabilidad y responsabilidad social.

Rechacemos entonces el uso indebido del poder para obtener beneficios personales o para un grupo selecto, a expensas del bien común. No al populismo, con sus estrategias políticas que buscan atraer mediante promesas simplistas y a menudo irrealizables, apelando a emociones y prejuicios en lugar de basarse en políticas sólidas y bien fundamentadas.

Hay que estar atentos a la sombra y confusión en las acciones y el proceder de un candidato, en lo inconsecuente e inestable de sus posiciones y puntos de vista, expresando un sentir hoy y mañana otro, ocultando información. Digamos no a la demagogia, el uso de retórica incendiaria, falsa, antigua, repetitiva y manipuladora para ganar apoyo, explotando miedos y prejuicios.

Los demagogos polarizan, crean divisiones y profundos conflictos. Resistamos ese liderazgo que socava la cohesión social y la estabilidad política y que lo hace aun dentro de sus propias filas. Ese explota las emociones negativas, el agobio mental, en lugar de promover un diálogo constructivo y la búsqueda de soluciones reales para nuestras necesidades sociales.

El carácter, factor crucial que impacta la conducta, debe ser considerado al momento de evaluar a nuestros candidatos. La integridad y la coherencia personal en la vida de un político que prevalece en la contienda, se trasladará a la dirección de la vida de todo un pueblo. Si no la tiene, después de todo, ya sabemos cómo decirle “vete”.

Que no tengamos que repetirlo porque cuesta y duele.

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