Aunque el nuevo caudillo no tenga palacio presidencial al que entrar en triunfo, porque fue destruido por el terremoto, se prepara para reinar en un país en vías de extinción, escribe Sergio Ramírez
Aunque el nuevo caudillo no tenga palacio presidencial al que entrar en triunfo, porque fue destruido por el terremoto, se prepara para reinar en un país en vías de extinción, escribe Sergio Ramírez
Imaginemos un paisaje de desolación y ruina, hambre y miseria, como el que Corman McCarthy describe La carretera, o vemos en esas películas distópicas del día después. Pero no se trata de un escenario sin nombre, sino de un país real, Haití, que ha vivido un desastre continuado a lo largo de décadas, dictaduras militares, huracanes, hambrunas, inundaciones, terremotos, líderes mesiánicos, gobiernos fallidos, conspiraciones, asesinatos políticos, cofradías de narcotraficantes, oligarquías sordas y mudas, 200 pandillas criminales que luchan por imponerse en los territorios, en guerra entre ellas, y contra el estado. Anarquía.
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