Estamos ante una revolución del conocimiento humano tan dramática como la introducción de la imprenta por Gutenberg, escribe Luce López Baralt
Estamos ante una revolución del conocimiento humano tan dramática como la introducción de la imprenta por Gutenberg, escribe Luce López Baralt
Los estudios han dado un giro de 180 grados con el advenimiento de la era digital: estamos ante una revolución del conocimiento humano tan dramática como la introducción de la imprenta por Gutenberg hacia 1450, que cambió nuestra manera de leer, de memorizar y aun de pensar. Mi generación ha sido pillada entre dos épocas históricas: la del libro impreso y la de la informática, y he tenido que ajustarme al cambio de vida que eso significa. Mis estudios universitarios parecen ahora sacados del Jurásico: cuando entraba a la biblioteca de Widener en Harvard –-aquella que, por su inmensidad, “justificaba el descubrimiento de América” según Jorge Guillén- iba al anaquel de turno temblando de emoción como si fuera a encontrarme con un enamorado. Es que, por extraño que fuera el volumen buscado, lo encontraba. Hoy, ante la prodigiosa memoria del ciberespacio, la abundancia inusitada de los libros de Widener nos parece casi patética.
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