La corrupción, la codicia, los desacuerdos violentos, los pleitos, las delaciones e incluso las angustias raciales estuvieron en Puerto Rico desde su fundación misma, escribe Luce López Baralt
La corrupción, la codicia, los desacuerdos violentos, los pleitos, las delaciones e incluso las angustias raciales estuvieron en Puerto Rico desde su fundación misma, escribe Luce López Baralt
Ya nos previno el Eclesiastés 1:2-10: no hay nada nuevo bajo el sol. La corrupción, la codicia, los desacuerdos violentos, los pleitos, las delaciones e incluso las angustias raciales estuvieron en Puerto Rico desde su fundación misma. La capital se llamaba sonoramente “Puerto Rico de las Indias del Mar Océano” y allí, entre 1561 y 1566, el licenciado Pedro Ruiz Delgado ostentó los cargos de alcalde, médico y contador de la Real Hacienda. Pese a su inmenso poder, se sospecha que el licenciado Ruiz era un morisco encubierto que la débil Inquisición insular pasó desapercibido. Su estirpe “prohibida”, sin embargo, queda de manifiesto al calor de pendencias ajenas a la condición religiosa o racial del alcalde. Lo acusa nada menos que Juan Ponce de León Troche, nieto del conquistador, que regenteaba el oficio de contador y regidor vitalicio del consejo municipal, así como la alcaldía de La Fortaleza y del Morro. También fue gobernador interino de Puerto Rico y gobernador de la isla de Trinidad. Un hombre de inmenso poder, pues, en las Indias recién descubiertas.
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