Estos nuevos hallazgos respaldan los vínculos bioquímicos entre la carne roja, el desequilibrio del microbioma intestinal y la enfermedad ateroesclerótica del corazón, escribe Fernando Cabanillas
Estos nuevos hallazgos respaldan los vínculos bioquímicos entre la carne roja, el desequilibrio del microbioma intestinal y la enfermedad ateroesclerótica del corazón, escribe Fernando Cabanillas
En 1974 comencé mi especialidad en oncología en el Hospital MD Anderson de Houston, Texas. Uno de los protocolos que estábamos llevando a cabo en ese momento era un estudio aleatorizado para pacientes con linfomas agresivos. La mitad de los pacientes se trataba en una habitación especial donde estaban aislados y protegidos de bacterias. El aire que entraba al cuarto se filtraba y se esterilizaba. Además, la comida también se esterilizaba para matar todo rastro de microbios, y los pacientes recibían antibióticos por boca para mantener el tracto intestinal estéril. La quimioterapia baja las defensas del cuerpo y la idea detrás de todo esto era permitirnos administrar dosis de quimioterapia bastante más altas de lo usual sin que el paciente se infectara. El objetivo principal era poder intensificar las dosis de quimioterapia con el fin de aumentar la respuesta y mejorar la tasa de curación. Pensábamos que si lográbamos proteger a los pacientes de infectarse podíamos lograr esa meta. La otra mitad de los pacientes en este estudio se trataba en una habitación tradicional, sin precauciones adicionales. También intentábamos tratarlos con dosis de quimioterapia un poco más altas de lo usual, pero como era de esperarse, al no esterilizar la comida ni el aire de la habitación, no nos fue posible administrar dosis mucho más altas de lo normal.
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