
Opinión
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Una figura política afirmó que el autismo “destruye” familias. Que los niños autistas “nunca pagarán contribuciones, nunca tendrán un trabajo, nunca jugarán béisbol, nunca escribirán un poema, nunca saldrán a una cita” y que muchos “nunca usarán un baño sin asistencia”. Estas palabras no solo son falsas sino crueles. Reflejan todo lo que está mal con la forma como se habla de la discapacidad en la esfera pública: ignorancia con micrófono, miedo con corbata.
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