Redefinir mi identidad como puertorriqueña en los Estados Unidos ha significado abrazar la libertad de explorar, reinterpretar y redefinir mis prácticas culturales, tradiciones y valores, escribe Lourdes D. Concepción Cabán
Redefinir mi identidad como puertorriqueña en los Estados Unidos ha significado abrazar la libertad de explorar, reinterpretar y redefinir mis prácticas culturales, tradiciones y valores, escribe Lourdes D. Concepción Cabán
Fiel a la Vega, en su canción Salimos de aquí, escribe que “salimos de un sueño, un sueño de agua salada”. Así mismo se siente cuando te montas en un avión y emprendes tu camino hacia otro lugar, sin fecha de caducidad. En mi caso, motivada por mis deseos de hacer una carrera doctoral en psicología escolar, comprender que mis días como residente en Puerto Rico han terminado dejó un sabor amargo en mi corazón y en mi alma. Un palpable sentimiento de añoranza acompaña a menudo a quienes han abandonado la isla, ya sea hoy, hace cinco años o cincuenta. La añoranza de Puerto Rico es una presencia constante, un dolor que tira de la fibra sensible, ya que anhelamos las vistas, los sonidos y los sabores familiares que son exclusivamente puertorriqueños. El orgullo de ser puertorriqueño cala hondo en los corazones de quienes llamamos hogar a estas islas caribeñas.
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