Nos toca preguntarnos cómo crearemos estas oportunidades ahora y cuál debe ser la responsabilidad del sector político para apoyar la educación científica de las nuevas generaciones, escribe Rodrigo Córdova Rosado
Nos toca preguntarnos cómo crearemos estas oportunidades ahora y cuál debe ser la responsabilidad del sector político para apoyar la educación científica de las nuevas generaciones, escribe Rodrigo Córdova Rosado
Existen dos telescopios con reconocimiento científico cuyos nombres destacan a un boricua. Uno es el Telescopio Víctor M. Blanco, ubicado en Cerro Tololo, a dos mil doscientos metros de altura, al sur del desierto Atacama en Chile, en honor al pasado director y astrónomo puertorriqueño que mantuvo la relación astronómica entre Chile y los Estados Unidos entre 1967 y 1981. El desierto de Atacama es el mejor lugar en el mundo para telescopios ópticos, que observan el cielo como extensiones directas de nuestros ojos. El otro es el Observatorio de Arecibo, nombrado por el municipio, que a su vez es el nombre del cacique del siglo XVI, Arasibo. Hasta ahí las similitudes.
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