La gobernadora Jenniffer González cumple los primeros 100 días de su mandato en medio de un escenario local con retos enormes, donde prevalece la urgente solución a la crisis energética de Puerto Rico y, a nivel federal y global, un panorama contaminado por la incertidumbre que ha propiciado la errática gestión del presidente de Estados Unidos Donald Trump.
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El primer desafío de cualquier nuevo gobernante es alinear las promesas de campaña con la realidad. Jenniffer González no es la excepción. Sin embargo, dada la complejidad de los tiempos actuales, es importante considerar cuidadosamente esta evaluación, a solo tres meses desde que asumió el cargo.
Un verdadero golpe de realidad ha sido la dificultad de encontrar soluciones para la crisis eléctrica. En una entrevista con este periódico, la mandataria reconoció que el contrato de LUMA Energy fue un tema central de su campaña. Sin embargo, tras asumir, el diagnóstico presentó un giro, revelando que los ejes del problema son la escasa capacidad de generación y el plan de ajuste de la deuda de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE). Promete, en todo caso, seguir revisando la relación contractual con LUMA. Acertadamente, señala que cualquier solución —tanto en el caso de la AEE como en las tareas de reconstrucción y otros planes sociales y de desarrollo— debe priorizar el uso responsable de los fondos federales.
El hasta ahora caótico ambiente generado en los primeros días de la administración Trump representa otro flanco a la gestión de González, particularmente por la alta dependencia del aparato gubernamental de los fondos federales. La gobernadora separa este flujo en dos vertientes. Aquellos generados por las ordenes ejecutivas y otros de asignaciones por ley. La tarea es asegurar principalmente aquellos destinados a financiar las monumentales tareas pendientes de la reconstrucción.
Está visto que el liderazgo de Trump impide hacer pronósticos certeros. Lo recomendable, como ha ocurrido con las idas y venidas para determinar aranceles, es responder con sosiego y templanza, siguiendo el ejemplo de países que han entablado diálogos con la Casa Blanca para encontrar soluciones pragmáticas. La gobernadora tiene una afinidad ideológica con el presidente Trump. Esos vínculos construidos en sus años en Washington debieran ser de utilidad ahora que lo único claro son los recortes y ajustes encaminados por la motosierra de Elon Musk.
Al hacer una autocrítica, González reconoce que es esencial mantener una relación fluida con la Junta de Supervisión Fiscal. Muchas de las decisiones sobre el destino de las partidas presupuestarias obligan a una coordinación que ponga por delante los intereses del pueblo de Puerto Rico. Este mismo diálogo será indispensable para terminar de adelantar las reformas contributivas.
En la opinión pública se ha observado un ánimo más bien crítico sobre el ritmo de avance del gobierno. La gobernadora responde con una serie de medidas que, a su juicio, muestran que su gestión avanza. En entrevista con El Nuevo Día, pone como ejemplo la agilidad para conseguir permisos, la designación de un zar y un comité para atender la crisis energética, la entrega de 300 títulos de propiedad, la baja en la tasa de delincuencia y la puesta en marcha de una oficina para atender a adultos mayores, entre otras.
Nadie puede negar a un líder político la posibilidad de volver a postularse. La gobernadora ha manifestado tempranamente ese deseo. Sin embargo, esta visión a largo plazo se enfrenta a la realidad, ya que en un ambiente tan convulso es complicado hacer proyecciones para el futuro. En todo caso, la ejecución efectiva de todos sus planes será crucial para viabilizar su aspiración de reelección.
La gobernadora de Puerto Rico ha establecido para después de Semana Santa una serie de tareas con el fin de enfatizar las acciones del gobierno. En sus manos está apurar las designaciones pendientes, afinar el correcto uso de los recursos federales, aunar esfuerzos con el comisionado residente en Washington, potenciar el diálogo con la Junta de Supervisión Fiscal, vigilar que los grupos de tareas transversales hagan su trabajo y, principalmente, luego de oír la voz de la gente, a recalibrar su plan de gobierno.