Dentro de apenas 48 horas, los residentes de Puerto Rico tendremos un privilegio que, extraño como pueda parecer, no lo tienen la mayoría de los residentes del planeta: acudir a una urna y depositar el voto por las personas que queremos dirijan los destinos de nuestro país, con la confianza de que nuestra voluntad será respetada.
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La humanidad vive bajo cuatro tipos de regímenes: plenas democracias, democracias defectuosas, regímenes híbridos y regímenes autoritarios. El Índice Democrático del año pasado de la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist dice que solo el 7.8% de la población mundial vive bajo plena democracia, con el 39% bajo regímenes autoritarios, sin posibilidad de manifestar su voluntad en cuanto al futuro de su propio país.
Es una estadística sobrecogedora en cuanto a la cantidad personas sujetas a la represión de gobiernos que no rinden cuentas a sus propios pueblos, pero, por el otro, inspiradora con relación al invaluable privilegio que representa para nosotros el poder levantarnos temprano el próximo martes e ir al colegio que nos toque (o haberlo hecho por adelantado) y tener la posibilidad contribuir, mediante el sufragio, nuestra parte en la confección del futuro de nuestra sociedad.
La invitación que hacemos, por lo tanto, a cada puertorriqueño y puertorriqueña es a que no desperdicie esta oportunidad, participe del festín democrático y contribuya en este proceso en el que, todos juntos, podemos diseñar el país en el que queremos vivir.
No ha sido una campaña fácil. La estridencia en el discurso público, las campañas divisivas, de mentiras y de miedo, más las interminables dificultades y contratiempos, incluso legales, en la Comisión Estatal de Elecciones (CEE), han creado un ambiente de aprensión y tensión que no es de ninguna manera la atmósfera ideal para un evento tan increíblemente importante como lo es una elección democrática.
Al elector se le invita, entonces, a que respire hondo, trate de abstraerse de tanto ruido y se esfuerce en emitir un voto racional y responsable, tomando en cuenta, por supuesto, todo lo crítico que está en juego en esta elección tan importante.
Está, por ejemplo, la impostergable tarea de reconstruir nuestra red eléctrica en transición a fuentes limpias, renovables y, sobre todo, accesibles para nosotros. O la importancia de un ambiente gubernamental que fomente la actividad económica que nos saque del marasmo de ya casi dos décadas.
La educación pública, el sistema de salud, la corrupción, la politización de las agencias de gobierno, el cambio climático, la protección de nuestras cosas, todo eso, y mucho más, también está en juego este martes. En la escaramuza de la reprochable campaña que acabamos de presenciar, mucho de eso, de lo importante de lo vital e indispensable, se perdió irremediablemente.
Sin embargo, los votantes seguimos teniendo la última palabra, que es también la más valiosa. El próximo martes en la noche, o un par de días después, de ser necesario un recuento, esa última palabra resonará con fuerza y dirá, tanto aquí como afuera, que en Puerto Rico se valoran los principios democráticos y queremos, tanto como cualquier otro pueblo, poner la mano en nuestro propio destino.
Acudamos este martes, 5 de noviembre, a votar con ánimo, serenidad y orgullo, que el futuro nos espera.