La Semana Santa ofrece a la sociedad puertorriqueña la posibilidad de una muy necesaria pausa para reflexionar acerca de los tempestuosos tiempos que vivimos e identificar los atributos esenciales de nuestra naturaleza como pueblo que nos pueden servir como guía en medio de la turbulencia.
Guerras reales y comerciales, redadas y deportaciones contra inmigrantes, con o sin documentos, recortes de fondos en muchos casos esenciales para Puerto Rico, operativo oficial contra políticas de diversidad, igualdad e inclusión, más la persistencia de la violencia social y de la inestabilidad de nuestra red eléctrica son algunos de los nubarrones que pueden empañar el ánimo de los residentes de Puerto Rico en la Semana Mayor.
No obstante, en este, como en cualquier otro tiempo, los puertorriqueños podemos hacer acopio de nuestra resiliencia, de nuestro legendario carácter solidario y luchador para separar el grano de la paja y poner de nuestra parte para que, tanto nosotros, como nuestro prójimo, superemos, e incluso avancemos, en este tiempo de dificultades. No es la primera vez que como pueblo enfrentamos dificultades. Siempre las hemos superado tomándonos de la mano y esta vez no será la excepción.
El cristianismo , cuyo surgimiento tras la crucifixión de Jesús de Nazaret conmemoramos en estos días, tiene un importantísimo componente ético en el que está todo lo que fundamentalmente necesitamos para navegar en épocas complicadas como la que atravesamos en este momento. El cristianismo, por ejemplo, nos convoca a amar al prójimo como a uno mismo, a ser solidarios y empáticos con las necesidades de los demás, a recibir, acoger, proteger y alimentar a los desamparados, a los enfermos y a los débiles y, en definitiva, vivir a la luz de las enseñanzas del que dijo, en el Evangelio de San Juan, “en esto conocerán todos que son mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
Por supuesto, eso son valores universales que no convocan solo a los practicantes del cristianismo. Pero dado el caso de que estamos en Semana Santa, y que el pueblo puertorriqueño es casi totalmente cristiano, creemos que estos días son buenos para reafirmar los valores que nos definen, más que como pueblo, como humanos, los cuales están expuestos, en palabras que no admiten dobles interpretaciones, en las enseñanzas del fundador del cristianismo.
¿A qué, si no a ser fuerza de bien para con nuestros hermanos y hermanas, fue que nos convocó el Nazareno cuando dijo, en el Evangelio de Mateo, “tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; fui forastero y me recogiste; estuve desnudo y me vestiste; enfermo y me visitaste; en la cárcel y viniste a mí”? ¿Qué más guía necesitamos para estos tiempos tan difíciles.
La Semana Santa, tampoco podemos olvidar, es aprovechado por muchos para vacacionar, pasear, visitar la playa, y reunirse en familia. Invitamos, entonces, a ejercer precaución y prudencia, de manera que no se vean empañados los días de tanta solemnidad por muertes por consumo de alcohol o ahogamientos en las playas por no seguir las precauciones.
Cualquier motivo es bueno para reunirse en familia; es importante, sin embargo, hacerlo con precaución y, por supuesto, sin perder de vista el significado de estos días, desde el Domingo de Ramos, símbolo de la llegada de Jesús a Jerusalén, hasta el próximo, la Pascua de Resurrección, que es la fiesta central del cristianismo, que 2,000 años después de su surgimiento tantas y tan pertinentes lecciones sigue teniendo para la humanidad.