Es sorprendente que, a lo largo de los siglos, el silencio y la falta de planes educativos continúen siendo las causas fundamentales del aumento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS). En Puerto Rico, se han registrado este año más de 400 casos de contagios por sífilis, gonorrea y clamidia entre la población joven este año, incluyendo a preadolescentes menores de 14 años.
Los expertos coinciden en que la ausencia de programas educativos, el temor al juicio social y otros tabúes han convertido a estas enfermedades en un problema endémico, que en el peor de los casos, puede resultar en infertilidad, fiebres graves, embarazos complicados y otros efectos secundarios.
Los primeros casos de sífilis y gonorrea se documentaron entre los siglos XV y XVI. La reacción inicial de los soldados franceses y españoles que luchaban en Nápoles fue de perplejidad, alimentada por la ignorancia, ante los síntomas de estas enfermedades. Su rápida propagación las convirtió en un desafío de salud pública tan significativo como el estruendo de la pólvora en el campo de batalla.
Marilú Cintrón Casado, secretaria auxiliar de Salud Familiar, Servicios Integrados y Promoción de la Salud del Departamento de Salud, ha señalado que, en el contexto actual, se observa preocupantemente que la edad de inicio en la exploración sexual entre niños y niñas boricuas ha disminuido. El estudio “Puerto Rico High School Youth Risk Behavior Survey Data” de 2021 reveló que 639 jóvenes, de una base de 76,000 entrevistados, afirmaron haber tenido alguna actividad sexual. La encuesta mostró que 945 menores comenzaron su actividad sexual a los 12 años, 1,303 a los 13, 2,600 a los 14 y 3,346 a los 15.
A pesar del acceso a una gran cantidad de información digital, tanto padres como jóvenes parecen ignorar las advertencias sobre el aumento de las ETS que han emitido las autoridades de salud locales y mundiales.
La educación sexual se erige como una herramienta clave para la prevención. Este tema, objeto de intenso debate, sigue siendo central en la discusión. Existen diferencias entre sectores conservadores y visiones más liberales. Sin embargo, este llamado de alerta debería impulsar consensos que prioricen la salud de nuestros jóvenes. La educación sexual moderna aboga por prácticas preventivas más concretas, como el uso de preservativos, acceso a pruebas regulares y conocimiento sobre la profilaxis en caso de exposición.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informa que los adolescentes y jóvenes adultos son particularmente susceptibles a contraer ETS debido a su mayor vulnerabilidad biológica, comportamientos de riesgo y carencia de acceso a atención médica adecuada.
Cuidar de la juventud es una tarea que involucra múltiples sectores, comenzando en el hogar y extendiéndose a toda la sociedad. Si no se tratan adecuadamente, las enfermedades de transmisión sexual pueden llevar a la infertilidad y embarazos complicados. Este grupo poblacional es crucial para contrarrestar la baja natalidad, que amenaza con envejecer aún más a la población puertorriqueña.
La curiosidad de los niños y niñas por la exploración sexual, a partir de los 12 años, se ve estimulada por la sexualización de las conversaciones en redes sociales y medios masivos, así como por la falta de regulación en la industria pornográfica. La solución radica en fomentar diálogos abiertos y sin tabúes dentro del entorno familiar. Las enfermedades de transmisión sexual cargan con un estigma que afecta a quienes las padecen, perpetuando un círculo vicioso que silencia el diálogo necesario para abordarlas.
La solución ante la proliferación de las enfermedades venéreas debe ser integral. No se trata solo de impartir charlas o distribuir folletos de prevención. Es crucial promover el logro académico, derribar tabúes limitantes e incentivar un diálogo enriquecedor entre padres e hijos para lograr un desarrollo infantil saludable. Lo que se siembra hoy dará frutos mañana, cuando los menores ingresen a una adultez marcada por el compromiso hacia los demás, el autocuidado y la plenitud.