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Firmeza ante el fraude electoral en Venezuela

12 de enero de 2025 - 11:10 PM

Ante los ojos impávidos del hemisferio, Nicolás Maduro consumó el viernes el burdo robo de las elecciones de julio del año pasado, al juramentar a un nuevo término de seis años que todo el mundo, empezando por él mismo y por sus acólitos, saben que no ganó en buena lid.

Con este desafortunado proceder, Maduro y su entorno confirman ya sin matices el carácter dictatorial de su régimen y agravan de maneras insospechadas la profunda crisis que hace ya tanto tiempo vive el vecino país, con el potencial, por sus recursos y por su gente, de ser de los más ricos del planeta, pero sumido en una crisis de proporciones apocalípticas por la incompetencia, rapacidad, corrupción y fanatismo ideológico de sus dirigentes.

Dada la intransigencia de Maduro y su entorno, no hay salidas fáciles para este agobiante drama que por tanto tiempo se ha ensañado con nuestros hermanos venezolanos. Urgimos a la comunidad internacional, no obstante, a mantener la presión sobre el ilegítimo régimen, a no aflojar el yugo en ningún momento, hasta lograr que Venezuela recupere el talante democrático del que fue ejemplo en América Latina por generaciones.

Maduro está aislado y lo sabe. A la ilegítima toma de posesión, para no decir más, solo acudieron dos jefes de estado cuya vocación democrática se sabe que es nula: Daniel Ortega, de Nicaragua y Miguel Díaz Canel, de Cuba. Aplaudimos al resto de los jefes de Estado del continente y del resto del planeta que no se prestaron a la impresentable pantomima, incluyendo aliados ideológicos de Maduro como los presidentes de Chile, Colombia, Brasil y México.

En cada oportunidad, se le debe dejar saber a Maduro que él ni su cuadrilla tienen espacio entre los gobiernos legítimos, que de verdad representan a su gente.

Las elecciones en Venezuela no fueron óptimas, pues el gobierno básicamente decidió quién podía competir. Aun así, los venezolanos acudieron masiva y pacíficamente a votar el 28 de julio del año pasado. La oposición mostró actas que evidencian que Edmundo González Urrutia, un diplomático, ganó los comicios con casi el 70% de los votos, a pesar de que era un desconocido para la población apenas unos meses antes de los comicios.

Múltiples organismos internacionales, incluyendo el Centro Carter, que lleva décadas supervisando elecciones en todo el planeta, dan por buenas las actas que evidencian el triunfo de González Urrutia, las cuales, desde esta semana, son custodiadas en el Banco Nacional de Panamá. Varios gobiernos de la región, incluyendo a Estados Unidos también consideran a González Urrutia el legítimo presidente de Venezuela.

Con pretexto sobre pretexto, incluyendo una acusación no sustentada de que el sistema electoral había sido intervenido desde Macedonia del Norte, un pequeño país europeo cuyos dirigentes nunca recibieron querella formal al respecto, el gobierno jamás mostró sus supuestas evidencias del triunfo de Maduro. Es forzoso concluir que no presentaron tales pruebas porque estas no existen.

La voluntad de los venezolanos fue que otra persona, no Maduro, dirigiera los destinos de su país. ¿Qué opción nos queda, a los creyentes en la democracia, en los derechos humanos, en la paz y en la verdad, que no sea respetar esa voluntad y exigir, una vez más, que se respete el clamor de un pueblo que señaló claramente el camino que quiere seguir?

Venezuela, ni América Latina, merecen ser pateados de vuelta al totalitarismo que, salvo raras y desgraciadas excepciones, creíamos hace tiempo superado en nuestra región del mundo. Le corresponde a la comunidad internacional, y a todos los demócratas del mundo, hacérselo saber a cada instante al impresentable régimen de Maduro. “La dictadura”, dijo una vez el gran Simón Bolívar, “es el escollo de la república”. Es hora de que lo entiendan.

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