Nos adentramos en un periodo de celebraciones y fiestas, en el que se asoma el 2025 y, posteriormente, el Día de Reyes. Lamentablemente, también se inicia una temporada propensa a excesos, especialmente manejar de manera irresponsable bajo los efectos del alcohol.
Consumir alcohol y manejar no son una buena mezcla. Dos de cada cinco accidentes de tráfico involucran a un conductor en estado de embriaguez, y sorprendentemente, el 69% tiene un nivel de alcohol en la sangre igual o superior a 0.08%. Para entender cómo se alcanzan estos niveles, solo una o dos cervezas pueden llevar a un aumento de 0.02% en el alcohol en sangre en un lapso de 30 a 70 minutos tras el consumo.
Esta situación no es un simple placer inocente. Un trago de más afecta las funciones visuales sin que se note de inmediato. A medida que aumenta la ingesta, se ven perjudicadas las capacidades de reacción, equilibrio y coordinación motora.
Un estudio interesante y completo sobre guiar bajo los efectos del alcohol en Puerto Rico, realizado en 2019, reveló resultados que, probablemente, no han cambiado drásticamente. Durante una medición anual, la tasa de conducción bajo influencia del alcohol mostró incrementos, mientras que los casos de arrestos resultaron mucho menores a lo largo del tiempo.
Esta investigación, desarrollada por especialistas de las universidades de Berkeley y Puerto Rico (UPR), entre otros centros de estudios, indicó que la percepción final mayoritaria de hombres y mujeres que habían señalado haber consumido alcohol coincidía con que la Policía detendría y arrestaría a los conductores después de haber bebido “demasiado”. Esto a pesar de que casi todos los adultos entrevistados conocían el límite legal y concordaban que beber y conducir es una amenaza para la seguridad personal y familiar.
¿Cuándo se considera que alguien ha bebido “demasiado”?
De acuerdo con una tabla publicada por la Administración de Compensaciones por Accidentes de Automóviles (ACCA), un nivel de 0.08% de alcohol en la sangre implica la pérdida de movilidad en los pequeños músculos responsables, por ejemplo, de enfocar la vista. Asimismo, se ralentiza la capacidad para maniobrar el volante y para reaccionar ante situaciones de emergencia al conducir.
Si el nivel de alcohol en sangre alcanza el 0.10%, el deterioro es aún mayor, afectando el habla y provocando deficiencias en la coordinación motora y lentitud en el pensamiento, lo que dificulta la permanencia en un solo carril y la capacidad de frenar a tiempo.
Las expresiones que solemos usar para justificar la mala conducta al conducir (como “volar bajito” o “corte de pastelillo”) pueden parecer hazañas de un piloto de carreras. Sin embargo, ni las carreteras, y menos las calles urbanas, son circuitos de competición.
Si bien la ley de la sensatez no está explícitamente escrita en los códigos, se podría afirmar que un primer principio debería ser que antes de beber, se debe designar un conductor responsable para que la celebración no termine en tragedia. Alternativamente, se pueden considerar opciones de transporte.
¿No es acaso un gesto de genuina amistad cívica dar prioridad a la seguridad al conducir en Puerto Rico? La solidaridad es parte fundamental de nuestra identidad nacional. Nos complace escuchar a los visitantes alabar las cualidades de nuestra Isla. Somos afortunados de vivir en un lugar tan hermoso, donde el patrimonio de nuestra gente y nuestra forma de ser son realmente únicos.
Esta combinación explica por qué siempre estamos entre los destinos más apreciados por los viajeros en el mundo. Este valor se amplifica cuando valoramos nuestra convivencia. Así lo registran miles de selfies que capturan por estos días escenas de reuniones familiares y momentos con amigos.
Las fotografías inmortalizan instantes de alegría y la esperanza de lo que traerá el 2025, uniendo anhelos individuales y colectivos. Son estos colores de celebración los que deben brillar, eclipsando las sombras que trae la conducción bajo la influencia del alcohol.