Un informe divulgado en días recientes por la organización Climate Central, que identificó a San Juan como la jurisdicción estadounidense con más días de extremo calor a causa del cambio climático -y la sexta a nivel global- entre diciembre del 2024 y febrero de este año, tiene que servirnos a todos como un recordatorio más de la urgencia de hacer frente a este fenómeno que constituye una gravísima amenaza para la humanidad en general y para el archipiélago puertorriqueño en particular.
La comunidad científica ha establecido, en innumerables estudios e informes, que la temperatura del planeta ha estado subiendo continuamente, y seguirá subiendo, a consecuencia, sobre todo, de acciones humanas, como lo son la quema de combustibles fósiles, la emisión de monóxido de carbono y gases invernadero como los que producen los vehículos operados con gasolina o diésel y la deforestación.
Por siglos, la temperatura del planeta se mantuvo de manera mayormente inalterada. Pero a partir de 1880 -coincidiendo con la aceleración de la revolución industrial, que venía del siglo anterior- la temperatura comenzó a subir entre 1.6 y 2.2 grados Farenheit cada año, con los mayores aumentos produciéndose a partir de finales del Siglo XX.
Las consecuencias del aumento en la temperatura del planeta pueden ser, y han sido ya en determinadas regiones del planeta, como la nuestra, devastadoras. Han aumentado la frecuencia e intensidad de los huracanes, que se alimentan del calor en el mar, así como las sequías y las olas de calor. También ha aumentado, y continuará aumentando, el nivel del mar, lo cual puede tener consecuencias muy graves en un archipiélago como el nuestro, con tantas construcciones, muchas de ellas ilegales, en las costas.
Esta no es una situación que el gobierno de Puerto Rico pueda seguir soslayando. Tenemos historial ignorando amenazas hasta que ya nos están golpeando. La quiebra, por ejemplo, que estuvo anunciada por años y no causó reacciones oficiales hasta que era demasiado tarde. Lo que está en juego con el cambio climático puede ser incluso más serio que la quiebra. La parálisis, otra vez, no puede ser opción.
Se suma a las dificultades para el manejo de este problema la mentalidad negacionista sobre el cambio climático prevaleciente en las altas esferas del gobierno estadounidense, empezando por el presidente, Donald Trump, quien considera al calentamiento global como “un fraude chino”, y su secretario de Energía, Chris Wright, un fanático de los combustibles fósiles que son la principal causa de esta amenaza.
A eso, y más, estamos obligados a sobreponernos.
Desde el punto de vista de controlar emisiones, no es mucho lo que Puerto Rico pueda aportar. Eso le toca, principalmente, a los grandes países industriales líderes en emisiones como Estados Unidos, China e India, entre otros. Pero en lo que respecta a mitigación de los efectos del aumento en la temperatura del planeta, los puertorriqueños, que somos potenciales víctimas de huracanes, sequías y aumento en el nivel del mar, entre otros eventos extremos, tenemos tareas muy urgentes.
Los más eminentes expertos en cambio climático en Puerto Rico produjeron el cuatrienio pasado un informe de cerca de 600 páginas con innumerables recomendaciones para afrontar esta amenaza desde nuestra experiencia y características. En un acto de reprochable insensatez y miopía, la pasada Asamblea Legislativa sencillamente ignoró el informe. Urgimos a la Asamblea Legislativa en funciones ahora a que adopte el informe, lo apruebe y, junto a la gobernadora Jenniffer González, den paso a la implantación de sus recomendaciones, que son cuestiones de vida o muerte para nosotros.
Las advertencias están ahí hace tiempo. Solo falta que se escuchen y que se actúe en torno a ellas. El precio de no actuar sería condenar a nuestros hijos y nietos a un panorama muy complicado de potentes huracanes, sequías y otras conflagraciones climatológicas. Ninguna persona con sangre en las venas querría eso para los suyos.
