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Papa Francisco: legado de misericordia

22 de abril de 2025 - 11:10 PM

“Es hora de una revolución de la ternura”, decía el papa Francisco en un poderoso llamado a adoptar actitudes de amor, cuidado y compasión en un mundo dominado por un paisaje áspero, cruzado por guerras, crisis ambientales y un individualismo que socava la convivencia, como abono nutritivo y eficaz para cultivar un mejor destino para la humanidad.

El pontificado de Francisco, quien ha fallecido a los 88 años, un día después de la Pascua de Resurrección, estuvo marcado por el anhelo de plasmar en su papado la importancia de la misericordia y la promoción de la paz.

Apenas asumió, prometió sacar a Cristo de la sacristía para llevarlo a la calle. Un sello indiscutible, atado a su origen como sacerdote en su natal Argentina, fue su mensaje inclusivo y acogedor hacia aquellos que sufren marginación y pobreza. También llevó a la Iglesia a desempeñar un rol más activo frente a los estragos del cambio climático y se ocupó de promover una misión más inclusiva, valorizando especialmente el rol de la mujer. Otra de sus grandes preocupaciones fueron los jóvenes, en quienes siempre vio la renovación de la Iglesia.

Dentro de la Curia Romana, sus críticos se aglutinaron al sentir que empujaba cambios históricos para aterrizar la misión de la Iglesia en los confines más cotidianos. Así, batalló para conseguir que la burocracia vaticana cediera el paso a una Iglesia más cercana, más sencilla y más alejada de los entramados del poder en Roma. Le correspondió lidiar, con más éxito que sus antecesores, con la ineficaz y laxa actitud para investigar y castigar a los responsables de abusos sexuales.

Francisco fue el sucesor de Benedicto XVI, quien exhibió un estilo de liderazgo más intelectual y teológico, enfocado en la tradición y la doctrina de la Iglesia católica. Ambos pontífices debieron actuar para contener la fuga de feligreses provocada por la secularización, los continuos escándalos por abusos sexuales y el cambio cultural que promueve un desapego de las creencias, entre otras causas. De hecho, la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como Sumo Pontífice se atribuyó a la necesidad de promover un liderazgo más cercano y cálido para atender esta crisis.

El sacerdote jesuita, que priorizó su misión entre los más pobres, mantuvo esa inquietud en el centro de su pontificado. Su formación en la Compañía de Jesús definió su compromiso con las desigualdades. ¿Quién soy yo para juzgarlas?, declaró a la hora de una definición de cómo la Iglesia debía integrar a las personas de la comunidad gay. Su tarea pastoral buscó también defender con valentía a los migrantes y a los privados de libertad.

Un rasgo distintivo del Papa Francisco fue abordar con energía temas vedados, como la valoración de la mujer en la Iglesia, poniendo las bases para impulsar un diaconado femenino. En este sentido, hizo gestos muy significativos, tal como el nombramiento de la religiosa franciscana Raffaella Petrini como presidenta de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el cargo más alto en la administración civil de la Iglesia católica.

Las encíclicas delinean los legados papales. Cada pontífice utiliza este instrumento para ofrecer guía y enseñanza a los feligreses repartidos en los cinco continentes. En este sentido, al revisarlas, queda clara la herencia que deja el Papa Francisco. La encíclica Lumen Fidei (2013), cuya redacción fue iniciada en gran parte por su predecesor Benedicto XVI, se centra en la importancia de la fe en la vida cristiana, destacando cómo esta ilumina la existencia humana y guía hacia la verdad. En 2015, hizo pública Laudato Si’, que aborda la crisis ambiental y la necesidad de cambiar la relación de la humanidad con la naturaleza. Amoris Laetitia (2016) promovió el amor en la familia y la importancia de la pastoral familiar, abogando por la comprensión y la misericordia en situaciones complejas en el seno del hogar. Gaudete et Exsultate (2018) se refiere a la santificación como una guía cotidiana, basada en la alegría y el compromiso hacia el prójimo. Finalmente, Fratelli Tutti (2020) aborda la necesidad de amplificar la fraternidad y la amistad social como métodos para promover la solidaridad.

Como se aprecia, el pontificado de Francisco, quien en marzo pasado cumplió 12 años en el sillón de San Pedro, ha sido fiel a la época en que le correspondió guiar a aproximadamente 1.3 mil millones de feligreses que profesan la fe católica.

El cardenal Jorge Mario Bergoglio escogió llamarse Francisco en honor a San Francisco de Asís, quien se consagró a una vida de humildad, pobreza y amor hacia la naturaleza y todos sus seres vivos. Este precioso rasgo sintetiza su esencia tras el memorable momento en que emanó el humo blanco de la Capilla Sixtina, convirtiéndose en el papa 266 de la Iglesia católica.

Aquejado por una severa enfermedad pulmonar, el papa Francisco sacó fuerzas de flaqueza para presidir la misa de Pascua de Resurrección en la Santa Sede. Se trata de un gesto postrero que ilustra su estoicismo y compromiso. Los ojos del mundo se enfocan ahora hacia El Vaticano. Tras las solemnes exequias, sesionará a puertas cerradas el Cónclave que reunirá a 138 electores de entre los 252 cardenales con derecho a voto. Su misión será escoger a uno de ellos como el próximo Pontífice, quien deberá caminar por la senda que ya abrió Francisco para guiar a la Iglesia católica en tiempos donde el diálogo está sofocado por la polarización, la paz amenazada por el poder mortífero de las balas y la solidaridad sobrevive a duras penas ante el individualismo.

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