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Respuesta responsable a la encrucijada energética

23 de junio de 2024 - 11:14 PM

La crisis del sistema de energía eléctrica de Puerto Rico, por la frecuencia y extensión de los apagones que alteran o mantienen en vilo a los 1.5 millones de clientes, ha alcanzado este verano un insoportable récord que llama a ponderar una solución efectiva y evitar decisiones apresuradas que, en vez de resolver el problema, terminen perpetuando la inestabilidad que arrastra por décadas.

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Hay factores de la naturaleza, como el calor extremo, que han exigido a la vetusta infraestructura demandas que exceden la cantidad de kilovatios que a duras penas se produce y transmite desde las plantas generadoras y las miles de millas de cableado a los hogares, comercios e industrias locales.

Paradójicamente, otras dos causas tienen que ver con el periodo de bonanza que atraviesa la economía puertorriqueña. A mayor actividad, más consumo. Y, aunque emergente, la modernidad también suma kilovatios. Expertos señalan que el crecimiento del parque de automóviles eléctricos está incidiendo en la demanda nocturna, pues el volumen de carga de esos vehículos es equivalente a dejar encendidas durante la noche las cuatro hornillas de una estufa.

Todos estos factores no tendrían relevancia si los actores públicos y privados hubieran puesto en práctica las acciones que se supone debieron ejecutar. En el caso del gobierno, ha faltado rigor para fiscalizar el contrato que privatizó el sistema de distribución en manos de LUMA y, más recientemente, el de la empresa Genera PR, a cargo de la generación.

Pese a las reiteradas recomendaciones, llama la atención que LUMA no resuelva a estas alturas la ineficaz política de comunicaciones hacia sus clientes y haya perdido valioso tiempo en el rediseño de procesos cuando lo urgente era atender deficiencias que ahora han estallado cuando la industria energética mundial registra una demanda de piezas y equipos, como el megatransformador que se instalará en Santa Isabel, que obligan a ponerse en una larga lista de espera.

La “tormenta perfecta” que agobia a la población debe agregar otro ingrediente: el año electoral. Este factor ya está instalando en el debate soluciones drásticas que podrían agravar la crisis energética. Aquellas voces que llaman a terminar el contrato con la empresa LUMA ofrecen una supuesta solución que no considera factores claves para hallar una verdadera respuesta.

Si se usa como referencia el proceso de privatización que terminó con la selección de LUMA para tomar la responsabilidad de administrar, normalizar y reparar nuestra frágil red de distribución, la adjudicación a un nuevo responsable debiera tardar al menos unos cuatro años. Dos para establecer las bases del acuerdo, otro para negociarlo y un año y medio aproximadamente para la transición de una empresa a otro ente responsable. A esto habría que añadir que el gobierno de Puerto Rico y el Negociado de Energía Eléctrica deberán lidiar con una empresa en posición de salida, lo que debilita la fuerza para ejercer autoridad.

El peso de la responsabilidad para resolver la crítica situación que nos aqueja obliga al gobierno y a las empresas privadas a acelerar la ejecución de tareas de reparación que están atrasadas dos años. El Plan Integrado de Recursos, elaborado por la Autoridad de Energía Eléctrica, según hacen ver expertos, apostó a que las energías renovables iban a crecer a un ritmo tal que suplirían la carga que dejarían de producir plantas como Aguirre, Costa Azul y Palo Seco que, por una evidente fatiga de material, debieran estar apagadas. Esto no resultó. Además, desde el 2020 a la fecha, la demanda ha crecido de 3,000 a 3,400 kilovatios. El cambio climático no dará tregua. Por tanto, hay que descartar que esas cifras bajen.

El drama que estamos viviendo se agiganta cuando vemos que los billonarios recursos federales, administrados por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, están disponibles. El evidente retraso en obras de infraestructura, el alto consumo y la faena de lidiar con equipos colapsados obliga a actuar con celo, anticipación y compromiso. No podemos esperar a sufrir otro verano como el presente.

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