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Solidaridad para los obreros energéticos

25 de agosto de 2024 - 11:10 PM

Los daños colaterales de una infraestructura energética deteriorada, tras décadas de pobre administración del gobierno, han agotado la paciencia de los puertorriqueños. Sin embargo, ante esa comprensible frustración, la violencia no es la respuesta.

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El pasado jueves, en el barrio Sabana de Luquillo, según informó la Policía, un individuo reclamó a obreros de una compañía subcontratada por LUMA Energy que sacaran un vehículo estacionado en un solar de su propiedad. Los trabajadores procuraban reparar una avería que mantiene sin servicio de energía eléctrica a esa comunidad rural desde el pasado 13 de agosto. En circunstancias que son investigadas por las autoridades alguien utilizó un arma de fuego y realizó disparos que impactaron una guagua utilizada por los obreros para llegar al lugar e intentar corregir las deficiencias que interrumpen el servicio energético en la zona.

Todos los actos de violencia son deplorables. Lo ocurrido en Luquillo es un hecho altamente repudiable que implica un acto ilegal que debe ser investigado con celeridad para que no quede impune. En este caso resulta en extremo reprochable que alguien atente contra la vida de trabajadores que procuran ganar el sustento de su familia ejecutando labores arriesgadas vinculadas a la infraestructura energética deteriorada en zonas rurales.

Aunque LUMA Energy es un consorcio cuyo personal ejecutivo y otros recursos han llegado a la isla de distintos países, para contribuir al restablecimiento de la red eléctrica tras la devastación causada por el huracán María y por un mantenimiento inadecuado acumulado por décadas, la mayor parte de sus empleados, al igual que los de compañías subcontratadas, son puertorriqueños. Pero, sin importar la procedencia de los trabajadores, todos merecen respeto y sobre todo trato cordial de la población.

Independiente del juicio que cada individuo pueda adjudicar a LUMA Energy, es necesario ser solidarios con los trabajadores del consorcio y las empresas subcontratadas, quienes laboran en la calle bajo el intenso sol y también hasta altas horas de la noche para restablecer el servicio de luz, principalmente en los llamados bolsillos, donde líneas eléctricas han colapsado o se han dañado transformadores u otros equipos tras el paso cercano por la isla de la tormenta Ernesto.

Recurrir a la violencia contra un trabajador de la industria energética o cualquier obrero que procura ganarse dignamente su sustento es una conducta indigna, que además no responde a los valores nobles que caracterizan a la sociedad puertorriqueña. La frustración ante carencias básicas canalizadas de forma agresiva emana como otro obstáculo que puede dilatar la restauración, justo cuando la temporada alta de huracanes apenas comienza.

Es momento de reflexión para evitar respuestas contraproducentes. Si bien la clase política jamás debe claudicar a su responsabilidad de fiscalizar, tiene que tomar cartas en el asunto para abonar a soluciones prácticas a corto y largo plazo. Urge actuar para garantizar el diálogo y la ponderación de alternativas viables para mitigar los problemas de generación y transmisión de energía, y para evitar incidentes como el recién reportado, el cual pudo tener un desenlace trágico.

Las vistas públicas citadas por la Cámara de Representantes para que directivos de LUMA rindan cuentas sobre el proceso de recuperación tras el paso del ciclón Ernesto deben ser utilizadas como un vehículo para aportar a soluciones reales y evitar circos dirigidos a obtener ventajería política, a tres meses de los comicios generales.

Si bien LUMA debe actuar con celeridad para restaurar el servicio de todos los abonados, sobre todo en zonas residenciales donde predominan adultos mayores, no se puede olvidar que cuando la red eléctrica estuvo en manos del gobierno, Puerto Rico sufrió problemas similares que se agravaron con la devastación extrema causada por el huracán María, pero el país respondió con paciencia en un escenario de serias precariedades.

En medio de aquella aguda adversidad imperó la solidaridad y el apoyo a todas las brigadas de gente laboriosa que se internó en campos y ciudades para levantar a Puerto Rico. Nunca faltaron los mensajes de ánimo, ni agua fresca o una taza de café para los trabajadores. Es momento de retomar esas respuestas para animar y proteger a todos los obreros. Así forjaremos un país más resiliente.

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