La decisión de Donald Trump de retirar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha generado un gran revuelo en la comunidad médica, que advierte que este “remedio” puede ser peor que la enfermedad. Trump justifica su salida argumentando que el gasto de $1,300 millones es un derroche, pero las consecuencias para los norteamericanos serán enormes.
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Estados Unidos es el principal sostenedor de la OMS, seguido de Alemania, Reino Unido, Canadá, Japón, Francia y China. El gobierno de Joe Biden ya había criticado la gestión del ente mundial, cuya estructura compuesta por muchos estados miembros ralentiza su funcionamiento, como se vio durante la pandemia del COVID-19. Sin embargo, la forma en que el presidente Trump ha manejado esta situación ha generado decisiones abruptas, como el anuncio de la interrupción de funciones clave que son vitales para una coordinación eficiente frente a nuevas pandemias.
Trump decidió cortar por completo la relación con la OMS en un plazo de un año. Esto ha llevado a la organización a activar un plan de ajuste en medio de la incertidumbre. Los expertos en salud pública enfrentan el desafío de encontrar alternativas para suplir las carencias que surgirán a raíz de esta decisión. Lo más preocupante es que la salida de Estados Unidos pone en riesgo acciones para contener múltiples emergencias sanitarias, como el virus de la viruela símica, la gripe aviar, el ébola o la tuberculosis.
El aislamiento de Estados Unidos de la comunidad global genera preocupación. Judd L. Walson, experto en salud internacional de la Universidad John Hopkins, resume los peligros que esto conlleva en caso de un brote pandémico: “No formamos parte de la discusión sobre cómo contener un brote, ni tenemos acceso a los datos o las secuencias del patógeno que podrían ayudar en el desarrollo de vacunas o tratamientos. Todo eso ahora es una caja negra”. Esto implica que, si surge una epidemia, la nación carecerá de visibilidad en las decisiones cruciales.
Si bien podría parecer que Estados Unidos ahorra recursos al retirarse de la OMS, los costos de una pandemia mal gestionada podrían ser mucho más altos. Este escenario puede causar más daño que un ahorro efectivo, ya que la falta de información y colaboración internacional puede resultar en un manejo ineficaz de emergencias sanitarias, poniendo en peligro la salud pública y aumentando los gastos a largo plazo.
Es aconsejable implementar un plan más meditado que priorice las emergencias, dado que hay investigaciones fundamentales, programas humanitarios y contribuciones a miles de organizaciones que brindan servicios en las zonas más remotas del mundo. Esta acción ha sido un ejemplo y modelo a seguir por parte de Estados Unidos a nivel global.
Vivimos en un mundo interconectado. Por ejemplo, la melioidosis, una enfermedad infecciosa presente en suelos y aguas contaminadas mostró su impacto el año pasado cuando el Departamento de Salud de Puerto Rico emitió una alerta tras seis casos, cuatro de ellos mortales. El tratamiento que salvó dos vidas provino de investigaciones en un remoto pueblo de Tailandia.
La administración de Trump también ha implementado políticas efectistas, como pedir a Elon Musk que recorte gastos federales, iniciar una guerra comercial con Europa y China mediante una agresiva alza de aranceles, y posicionar al régimen ucraniano de Volodímir Zelenski como victimario frente a Rusia. Sin embargo, la salida de la OMS es particularmente preocupante. Sus decisiones pueden tener efectos pendulares, como se ha visto en el ámbito comercial, pero en este contexto, regresar a la OMS podría ser demasiado tarde.
La desconexión de Estados Unidos de la OMS no solo limita su capacidad para afrontar una crisis de salud global, sino que también debilita su influencia en decisiones esenciales. La enorme importancia de la colaboración internacional para luchar contra amenazas sanitarias no puede ser ignorada por el gobierno de Donald Trump.