La extraordinaria noticia de que la Universidad de Puerto Rico (UPR) recuperará, a partir de julio, su residencia de Neurocirugía, que había cerrado tras perder su acreditación en 2021, es un gran acontecimiento por más de una razón. La primera, por supuesto, es lo importante que es, no solo para la UPR, sino para todo Puerto Rico, la existencia de una residencia que permita graduar aquí médicos de una de las especialidades más complejas y de difícil reclutamiento como lo es la neurocirugía, una especialidad que hoy practican en todo nuestro país apenas 25 galenos.
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La segunda es el luminoso ejemplo que el triunfo del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) dio al resto del sistema de la UPR al pasar de los lamentos por la pérdida de la residencia, a la acción decisiva e imaginativa para recuperarla apenas cuatro años después.
No es secreto para nadie que la universidad estatal lleva atravesando, ya por cerca de una década, una severa crisis, principalmente porque la quiebra del gobierno obligó a reducirle prácticamente la mitad de su presupuesto. A eso se han ido sumando gerencia ineficaz, reducción en la cantidad de estudiantes, infraestructura minada (que en algunos casos no ha sido rehabilitada desde el huracán María en 2017) y obsolescencia en algunos de sus programas académicos, entre muchos otros problemas.
La última manifestación de esta crisis fue la repentina renuncia, esta semana, del presidente Luis Ferrao, quien dimitió unos días después de que componentes de la comunidad universitaria recharazan su propuesta, que finalmente retiró, de poner en suspenso 64 programas académicos con matrícula limitada.
El predicamento en que está la UPR, que sigue siendo, a pesar de todos sus problemas, la principal universidad de la isla, puede parecer, por complejo, por profundo, insalvable. Habrá que volver, entonces, a la experiencia del RCM, para que el sistema entienda que con planes realistas y ejecutables, más el uso estratégico de recursos internos y externos, se pueden superar incluso los desafíos más grandes.
Para recuperar la residencia de Neurología, los directivos del RCM diseñaron un plan estratégico y no se desviaron de este hasta llegar a la meta. Uno de los aspectos más interesantes de la estrategia fue el establecimiento de pactos con tres hospitales privados para que sirvan de centro de práctica para los nuevos residentes. Con la situación fiscal de la UPR impidiendo desarrollar nuevas instalaciones, integrar hospitales privados fue una movida magistral.
Ese el tipo de actitud, valiente y eficaz, que puede sacar a la UPR de su marasmo. Nos parece que ahora que la Junta de Gobierno de la UPR comienza la delicada tarea de reclutar un nuevo presidente, deben buscar el perfil de un emprendedor imaginativo, enérgico y que no se amilane ante los retos, incluyendo los presupuestarios planteados por la Junta de Supervisión Fiscal, como hicieron los directivos del RCM. En esa gestión deben evaluar rigurosamente candidatos altamente compententes más allá del ámbito local.
La UPR, cuyos retos en el panorama incluyen los anunciados recortes de fondos federales, tiene que aprender a vivir en la realidad del Siglo XXI, enfocarse en las necesidades y las características de la sociedad puertorriqueña, desarrollar los programas que nos pueden servir al tiempo en que fortalece los ya existentes y descarta los que, por razones válidas, estudiadas, explicadas, no puedan ya continuar existiendo.
El nuevo presidente debe emprender, sin demora, las reformas urgentes que necesita la UPR, entre las que están un mayor uso de la tecnología para, por ejemplo, establecer cursos híbridos, como hacen con éxito muchas otras universidades.
Los últimos años han sido muy duros para la UPR. El triunfo del RCM con la residencia de Neurocirugía, más el reclutamiento de un nuevo presidente, nos traen la esperanza de que el futuro será menos arduo para la amada “Iupi” de todos los puertorriqueños. Con pericia y voluntad, así será.