Tengo una confesión que hacer. Me llamo Lola Montilla y desde hace un poco más de dos meses, ando desnuda. Así se siente al menos
Tengo una confesión que hacer. Me llamo Lola Montilla y desde hace un poco más de dos meses, ando desnuda. Así se siente al menos
No soy mayor bajo ningún estándar. Tengo sólo 17 años, pero el tiempo me pasó factura, y mis orejas pagaron el precio. “Piercings” que se cerraron en una que otra hospitalización, y pantallas que eran demasiado grandes y pesadas, me llevaron directo a la oficina del dermatólogo para arreglar mis orejas y cerrar unas perforaciones ya rasgadas. Así es que mientras en las redes se debatían si Stormi, la hija de Kylie Jenner, era demasiado pequeña para llevar aretes, yo escondía, casi con vergüenza, mis orejas desnudas. La decisión fue toda mía, así es que no me puedo quejar tampoco. Yo tenía entre ceja y ceja hacerlo; tenía una pantalla que miraba hacia arriba y la otra que parecía que perdió algo en el piso. Pero siendo honesta, ese momento en que me senté en esa silla del dermatólogo y lo escuché picoteándome la oreja, estaba “a ley de ná” de irme con los dos tajos que me acababan de dar.
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