

Me decía hace poco un amigo que la economía de Puerto Rico gradualmente evoluciona hacia una economía de desastres. Entre el 2017 y el 2022, hemos sido víctimas de dos huracanes, un terremoto y la pandemia de COVID-19. Sin embargo, detrás de las malas noticias hay una buena, y es que, posiblemente, estos eventos nos han hecho más resistentes y capaces de soportar las mayores presiones posibles y adaptarnos a ambientes hostiles. Para tener la película completa, a los desastres naturales habría que agregarle la profunda depresión económica que experimenta la isla, desde el 2006.
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