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Hace pocos meses vi un documental sobre el escritor cubano José Lezama Lima. Este fue armado a partir de un limitado material documental y de una serie de entrevistas a críticos literarios que eran en su mayoría cubanos laborantes en universidades estadounidenses, excepto por la bienvenida y cuerda intervención de un puertorriqueño. En él se va urdiendo una versión posible de la vida del autor de Paradiso. Gran parte del filme es una recreación. Actores y actrices “dan vida” a escenas de la infancia, juventud y vejez del escritor. Así lo “vemos” de niño en los almuerzos de su familia “patricia”, en la juventud y primera madurez y, sobre todo, en el periodo revolucionario hasta su temprana muerte en 1976. En una de las entrevistas un crítico cubano afirma que Lezama es uno de los grandes poetas de la literatura universal. El aserto grandilocuente y desproporcionado, ombliguista y deformador, pronunciado desde una pretendida autoridad crítica, me ha venido a la mente más de una vez desde que el domingo pasado, en las calles de muchos pueblos y ciudades de Cuba, cientos de ciudadanos iniciaran una inesperada serie de protestas contra el gobierno de La Habana.
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