Las frecuentes fantasías político-lingüísticas de Puerto Rico ignoran, por lo general, que una lengua vernácula tiene muy poco que ver con la corrección, escribe Eduardo Lalo
Las frecuentes fantasías político-lingüísticas de Puerto Rico ignoran, por lo general, que una lengua vernácula tiene muy poco que ver con la corrección, escribe Eduardo Lalo
Esta semana apareció en este diario el artículo de Agustín Criollo Oquero “¿Sabías que…previo a la era digital, había bibliotecas rodantes que viajaban por Puerto Rico?” El tema de la lectura, de sus supuestas pertinencia y popularidad, se presta a todo tipo de lugares comunes y es frecuente escuchar, década tras décadas, las mismas intrascendencias. En este tema, como en casi cualquier otro, los números pueden engañar. En su artículo, Criollo Oquero cita a una fuente, probablemente oficial, es decir, del Departamento de Educación, en la que se afirma que el 92.4% de los puertorriqueños están alfabetizados. Es muy difícil compaginar esta cifra con la enorme de desertores escolares y con los datos anuales de aprovechamiento académico.
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