Quisiera centrarme en el inconmensurable escándalo de este título, que se une a una larga tradición de libros sin valor historiográfico dedicados al engrandecimiento artificial de un hombre de virtudes más que cuestionables, escribe Eduardo Lalo
Quisiera centrarme en el inconmensurable escándalo de este título, que se une a una larga tradición de libros sin valor historiográfico dedicados al engrandecimiento artificial de un hombre de virtudes más que cuestionables, escribe Eduardo Lalo
Cuando comenzó la guerra, el hombre tenía 25 años y trabajaba en la capital de la provincia. En los fines de semana regresaba a su pueblo para ver a su madre viuda, a sus hermanos y amigos. Al principio, la guerra era la historia de un alzamiento incomprensible, algo lejano aunque ominoso. Muy pronto el conflicto llegó al norte remoto y la vida nunca volvió a ser la misma. El frente era una raya invisible, incierta y constantemente variante, que en ocasiones atrapaba al hombre en los días laborables en que, a pesar del conflicto, tenía que seguir laborando en la capital y, en otras, en su pueblo.
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