Una epístola está dirigida a quien la lea y por eso estas epístolas nos hablan también a nosotros, a nuestro tiempo, a nuestros actos, a la valentía que hay que tener cada día, escribe Eduardo Lalo
Una epístola está dirigida a quien la lea y por eso estas epístolas nos hablan también a nosotros, a nuestro tiempo, a nuestros actos, a la valentía que hay que tener cada día, escribe Eduardo Lalo
En días recientes, acuciado por las derivas de la lectura, tomé el grueso volumen de la poesía completa de Ernesto Cardenal y volví a leer la “Epístola a Monseñor Casaldáliga”. Aún puedo recordar el efecto que me produjo la primera lectura de este texto, que por lo general no es incluido en las antologías más difundidas del poeta y sacerdote nicaragüense. Entonces, lo leí apenas salido de la escuela, en un volumen de pocas páginas editado en España, que incluía otros poemas y algunas fotos de la adelantada comunidad religiosa a la que pertenecieron por igual laicos y sacerdotes, hombres y mujeres, creada por Cardenal en una isla del lago de Nicaragua.
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