Convertir el dolor de miles de ciudadanos en un ‘photo opportunity’ es un retrato no de una campaña política sino de una gran bajeza personal y una prueba de la incapacidad para la acción efectiva, escribe Eduardo Lalo
Convertir el dolor de miles de ciudadanos en un ‘photo opportunity’ es un retrato no de una campaña política sino de una gran bajeza personal y una prueba de la incapacidad para la acción efectiva, escribe Eduardo Lalo
Luego de una semana en que la tierra no ha dejado de temblar, seguimos poco inclinados a hablar de terremotos, a pesar de que la región suroeste del país sufrió al menos dos de ellos y todavía hoy tiene en sus plazas, descampados y montes a miles de personas refugiadas. Si bien es cierto que los terremotos, hasta la semana pasada, eran una referencia histórica o un acontecimiento probable, dada la geología de la región, lo cierto es que prácticamente nadie en el país había pasado por la experiencia. Aun así, pienso que no es esta poca familiaridad únicamente lo que determina nuestra reticencia a llamar las cosas por su nombre. En Puerto Rico, al parecer, lo que significan las palabras y los eventos que describen pasa por una serie de filtros deformantes, que trastornan tanto el tamaño de los vocablos como el de las cosas.
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