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A Ramón Cestero, un tecnólogo médico ponceño, no le hicieron falta los tres cuartos de millón de dólares de los contribuyentes puertorriqueños que la Junta de Supervisión Fiscal se gastó en un estudio para decirnos que, en Puerto Rico, hay una grave escasez de médicos especialistas. Lo comprendió, en junio del año pasado, de la manera más escalofriante imaginable: con su madre, Julia Iraida Díaz Morales, de 77 años, en condición crítica, con un profuso sangrado intracraneal, sin un neurocirujano disponible para intentar salvarle la vida.
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