No han de ser pocos los amantes de antaño que alguna vez se acariciaron en una iglesia solitaria. Por más que la conciencia dictara que el lugar era sagrado, sacralizaron lo profano bautizándolo con su infatuación. Y profanaron lo sagrado con su actuación. Es que el templo es hospital para sanación de almas pecadoras que no tienen más remedio que habitar en cuerpos cuya carne llama.
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Amantes en la catedral
No han de ser pocos los amantes de antaño que alguna vez se acariciaron en una iglesia solitaria. Por más que la conciencia dictara que el lugar era sagrado, sacralizaron lo profano bautizándolo con s...