Las más recientes ediciones del certamen Miss Universo, muestran un evento en evolución que busca proyectarse más como una plataforma compleja en la que las nociones tradicionales de belleza se cruzan con complejas posturas políticas
Las más recientes ediciones del certamen Miss Universo, muestran un evento en evolución que busca proyectarse más como una plataforma compleja en la que las nociones tradicionales de belleza se cruzan con complejas posturas políticas
Aunque ya nos parezca una era lejana, es imposible olvidar que el certamen de belleza que cada año une a cientos de miles de puertorriqueños y puertorriqueñas frente a los televisores, en una especie de carnaval cultural patriótico, durante años respondió y tuvo como protagonista a la figura de Donald Trump. El hoy presidente de los Estados Unidos solía pasearse por los pasillos de los grandes teatros internacionales, donde se llevaban a cabo las ediciones anuales del certamen, con la actitud y seguridad de quien se sabe dueño de mucho más que dólares y centavos. Trump lograba explotar su imagen de magnate, una especie de “Rico McPato” de carne y hueso que se mostraba como una versión beta del concepto contemporáneo de celebridad en el que basta ser famoso por la fama misma, y no necesariamente por poseer algún talento.
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