¿Cómo conciliar las ganas de trabajar con esa reacción visceral de responder al grito de la cría? ¿Cómo era que se hacía eso de ser madre trabajadora?
¿Cómo conciliar las ganas de trabajar con esa reacción visceral de responder al grito de la cría? ¿Cómo era que se hacía eso de ser madre trabajadora?
Había pasado ya un par de meses cuando hormonal y llorosa le dije a mi esposo: detesto el mundo doméstico, me vuelve loca estar todo el día hablando de babas y caca, de vómitos y pañales mojados, quiero hablar de las cosas del mundo, quiero trabajar, parecerme un poco a mí. Acto seguido lloré pero de pura culpa, mi bebé me miraba con los ojos más amorosos con los que nadie me ha mirado, ni me mirará nunca y de repente me cuestioné —con más frustración aún— ¿cómo es que podía tener urgencia por las “cosas del mundo” cuando tenía frente a mí a un universo entero, un amor infinito que huele a pan dulce y a felicidad? ¿Cómo es que podía pensar que había algo más importante que contabilizar buches y minutos de lactancia?
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