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De entre esos comentarios lanzados sorpresivamente, admito que hay uno que me hace sonreír -y levantar la ceja izquierda- cada vez que lo pienso. Fue cuando una colega de la redacción me dijo que yo le recordaba a la señorita Folch. Vaya, vaya, ¡no sabe esa mujer lo que hizo por mi autoestima!
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