¿A qué huele el 2017? A rosas, también.
¿A qué huele el 2017? A rosas, también.
Cuentan que 30,000 botellas de agua de rosas se enviaban anualmente al califato de Bagdad desde Persia como tributo, que la diosa Afrodita la había escogido de aroma propia y que los que construyeron las mezquitas en Bagdad mezclaban agua de rosas en el cemento para que cuando les diera el sol, se esparciera la fragancia por todos los alrededores.
Si esto último es cierto o no, quién sabe, pero de lo que sí puedo atestiguar es que todavía en varios de los hoteles de lujo en los Emiratos Árabes, como en el Kempinski Mall of the Emirates de Dubái, en la famosa Sheikh Zayed Road, los ascensores, aún los panorámicos de cristal o vidrio, tienen una especie de construcción alargada que se llena de agua con cientos y cientos de pétalos de rosas. ¿De qué color? Rosa pálido y rosa intenso, por supuesto. De manera que cada viaje -hacia arriba o hacia abajo- está difuminado por una embriagadora esencia. Y la fascinación no solo pervive en el mundo árabe, en las industrias de bebida -en Irán, por ejemplo, también se le agrega al té- y perfume, también recuerdo mi primera visita a Bulgaria y los puestos en las calles surtidos con mermelada de pétalos de rosa embotellada en toda suerte de potecitos, hasta en los de comida de bebé.
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