Los llamados ‘cabilderos de la estadidad’, los ya infames ‘delegados por la estadidad’, no son otra cosa que corrupción hecha ‘transparente’ mediante legislación, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
Los llamados ‘cabilderos de la estadidad’, los ya infames ‘delegados por la estadidad’, no son otra cosa que corrupción hecha ‘transparente’ mediante legislación, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
Un cabildero es alguien que trata de convencer a alguien sobre la conveniencia de algo. Es un vendedor. Pero qué ocurre cuando lo que se vende es, teóricamente, sólo para beneficio del vendedor. Cabildear es lo que también se conoce en inglés -durante las campañas políticas- como “canvassing”, es decir, tocar a muchas puertas y recibir en plena cara más portazos que bienvenidas. A diferencia de los Testigos de Jehová, que venden la salvación del alma, los Cabilderos de la Independencia y la Estadidad le venden a la O.N.U., o al Congreso U.S.A., la descolonización del territorio no incorporado al Imperio. Algo más sublime que el alma, ¿no es así? Se trata de un proselitismo algo imposible, una antigua mancha difícil de borrar, cual si el colonialismo fuera el pecado original.
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