El populismo es, en todo caso, ‘autocelebratorio’, la complacencia como desarrollo siniestro, este ‘boricuismo’ que nos arropa y condena… lo celebratorio en la época de la banalidad y el fracaso, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
El populismo es, en todo caso, ‘autocelebratorio’, la complacencia como desarrollo siniestro, este ‘boricuismo’ que nos arropa y condena… lo celebratorio en la época de la banalidad y el fracaso, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
Hacia fines de los años setenta, José Luis González -de regreso de su exilio mexicano- quiso pensar la diferencia entre populismo y plebeyismo en la cultura puertorriqueña. En 1976 se había publicado La guaracha del Macho Camacho y, de algún modo, aquel cuentista del populismo real socialista, autor del magistral cuento En el fondo del caño hay un negrito, quiso indagar en la naturaleza de una escritura que se atrevía a ir más allá del realismo, concibiendo un particular acento “boricua” para nuestra literatura, eso que desde Luis Rafael Sánchez se ha llamado “escribir en puertorriqueño”. Para González era necesaria esa distinción; el plebeyismo rebasa el populismo, quizás sea su exceso. Si el realismo populista de José Luis González siempre tuvo la tentación del sentimentalismo, el plebeyismo sería perseguido por ese gran fantasma de la antillanía toda, es decir, la vulgaridad, eso que mal se suaviza, o matiza, con el llamado “lenguaje procaz”.
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