La izquierda progresista vuelve a mostrar su antigua tendencia a la censura y la intolerancia, al convertir sus convicciones justo en exclusiones, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
La izquierda progresista vuelve a mostrar su antigua tendencia a la censura y la intolerancia, al convertir sus convicciones justo en exclusiones, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
Quizás fue Proust quien, en medio del sonado caso Dreyfus, al referirse a los judíos se mostró indeciso en su novela, titubeó si llamar a Swann “israelita” o “hebreo”. Algunas veces se refiere a los de la tribu milenaria como “hebreos”, otras veces como “israelitas”. Hoy estos escrúpulos serían un modo de “corrección política”, las cautelas para no ofender a nadie a las que nos obligan los tiempos que corren.
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