Para no sucumbir a la facilidad de las consignas partidistas, o a una visión maniquea o tendenciosa de la Historia, debemos asumir la complejidad de nuestra contradictoria herencia colonial, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
Para no sucumbir a la facilidad de las consignas partidistas, o a una visión maniquea o tendenciosa de la Historia, debemos asumir la complejidad de nuestra contradictoria herencia colonial, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
El 31 de marzo de 1995 me reuní con Don Ricardo Alegría en el restaurante sanjuanero Patio de Sam. Me relató, indignado, cómo “los americanos” convirtieron el césped del Castillo de San Felipe del Morro en campo para jugar golf. Repasando vistas fotográficas de las murallas del Morro, tal y como las dejaron los españoles, descubrí que todo el paño este de la muralla contigua a la Puerta de San Juan ya había colapsado en tiempos de España. Fue el Cuerpo de Ingenieros del ejército invasor yanqui el responsable de apuntalar y restaurar esa muralla. Such is Empire.
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