El cruce de la biografía o autobiografía con la Historia a veces es un salto imposible en nuestras letras. Conocemos la anécdota, o el rumor, desconocemos la información, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
El cruce de la biografía o autobiografía con la Historia a veces es un salto imposible en nuestras letras. Conocemos la anécdota, o el rumor, desconocemos la información, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
En su novela Redentores, publicada en 1925, Manuel Zeno Gandía, nuestro principal novelista de fines de siglo diecinueve y comienzos del veinte, se nos revela como un aficionado del “automovilismo”. Es una seña de “modernidad” que se evidencia en su narración, ya que Redentores es una novela, también, sobre cómo el automóvil conectó los distritos de San Juan y sus linderos aledaños, como Piñones, en aquel entonces “el camino de Loíza”, describiendo de paso las tierras bajas del Caño de Martín Peña. La novela ya hace referencia a los cines de Santurce, a los cuales llama “cinematógrafos”. Es la novela de Miramar y Santurce porque buena parte de la narración ocurre en este sector de la ciudad para aquel entonces “suburbano”, en márgenes que hacían necesario el automóvil. Si indagamos más detalles sobre esta afición automovilística de Zeno -también su gusto por las bicicletas- nos encontramos en un callejón sin salida. El cruce de la biografía o autobiografía con la Historia a veces es un salto imposible en nuestras letras. Conocemos la anécdota, o el rumor, desconocemos la información. Sabemos que Zeno fue presidente del Club Automovilístico de Puerto Rico. Detalles sobre esta asociación, ¡ninguno!
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