

¿Por qué ha sido tan difícil para los partidos políticos superar el afán de gobernar la UPR? ¿Por qué tienden a insistir, pongámoslo así, en estirar el principio del mérito hasta romperlo para acomodar aquí y allá a alguien, que siendo de confianza, no ponga la más mínima resistencia a las políticas del partido en poder? Más importante aún, ¿por qué ha sido tan difícil superar este problema tanto desde adentro de la propia Universidad como en sus relaciones con los gobiernos de turno? Viejos tormentos son estos en mis más de tres décadas de vida de profesor del Recinto Universitario de Mayagüez. Como fantasmas regresaban a mí estas preguntas en lo que escuchaba las vistas públicas del 12 y el 13 de mayo en torno al proyecto de reforma universitaria ante el Senado de Puerto Rico, el proyecto 172.
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