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La Universidad de Puerto Rico deberá posicionarse sobre los fundamentos de su sistema de admisión en el contexto de la realidad social que vive el país. La institución mínimamente tiene dos caminos a seguir: abrazar el paradigma diferenciado de la excelencia inclusiva, o mantenerse aferrada al paradigma meritocrático del elitismo excluyente. Cuenta la leyenda que ese enfoque excluyente tiene la capacidad de seleccionar lo más granado del intelecto juvenil mediante una fórmula que integra las cifras de promedio escolar con los resultados de una prueba de admisión. Las puntuaciones más altas, aparentemente una élite, ganan el espacio para estudiar en la UPR. Las credenciales de excelencia a priori son el criterio automático de elección.
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