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La guerra interna en el Partido Popular Democrático hoy es sólo una lucha cruda de poder y una guerra por el control local de una organización política nacional. Punto. El fin aquí no parece ser opción de gobernar a Puerto Rico. Es una desgracia y el legado triste de un partido que inspiraba a muchos con sus gestos de amor y justicia social, motivaba con su discurso democrático y transformaba comunidades con sus acciones a favor de los menos privilegiados. Ser popular era el más alto honor y responsabilidad cívica que había. Pero esas cosas les pasan a los partidos políticos y la historia nos demuestra que si se manejan bien no tiene que ser el fin del mundo.
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