Estoy seguro de que el susurro que se repitió ayer por el suelo alfombrado del Senado era otro: ¿cómo van a multar a todos esos amigos voceteadores que en las elecciones los ayudan con el escándalo político?, escribe Cezanne Cardona Morales
Estoy seguro de que el susurro que se repitió ayer por el suelo alfombrado del Senado era otro: ¿cómo van a multar a todos esos amigos voceteadores que en las elecciones los ayudan con el escándalo político?, escribe Cezanne Cardona Morales
Además del arma de reglamento, las municiones, el taser, las esposas, la linterna, la macana y el radio de comunicación -alias walkie talkie-, ahora también los policías tendrán que cargar en sus cinturas con un sonómetro. Por suerte, los sonómetros no suelen ser muy pesados; algunos vienen con un micrófono en la punta que permite calcular las audiofrecuencias y otros son tan avanzados que no solo traen una pantalla digital, sino hasta una antena replegable, muy parecido a esas armas extrañas que usaba Batman para escuchar las conversaciones de sus archienemigos. Aunque la ley fue aprobada ayer en la Cámara, en ningún lugar del proyecto decía de dónde saldría el dinero para la compra de los sonómetros policiales ni qué compañía contratarían para la nueva justicia sónica. Pero no es difícil imaginarse a los policías corriendo detrás de los carros para medir los decibeles del voceteo. ¿Cómo darán el alto si la música está tan alta? Ojalá toda esta lucha contra el voceteo sonara a ciencia ficción o a western futurista, pero es imposible no pensar en las peripecias de Cantinflas en aquel clásico de la comedia mexicana: “El patrullero 777″. Como diría mi profesor de literatura, Rubén Ríos: mientras más cósmicos queremos parecer es cuando más cómicos somos.
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