Un pasaporte que nos nombra ciudadanos americanos no nos quita ni nos borra nuestra experiencia. Nuestra identidad como inmigrantes en Estados Unidos no la (in)visibiliza ni la (in)valida un documento, plantea Diana M. Grullón García
Un pasaporte que nos nombra ciudadanos americanos no nos quita ni nos borra nuestra experiencia. Nuestra identidad como inmigrantes en Estados Unidos no la (in)visibiliza ni la (in)valida un documento, plantea Diana M. Grullón García
Cuando un puertorriqueño o puertorriqueña radicado/a en los Estados Unidos escucha la palabra inmigrante puede que asuma que no se refieran a él o ella. Es un concepto que en este país nos parece foráneo. La idea de serlo no encaja en la mente de muchos boricuas que, como ciudadanos americanos, no vivimos la experiencia del miedo de aquellos que no lo son. El sabernos sin miedo de que nos lleven del país o a que nos pidan una identificación, les es razón suficiente para resistirse a ser descritos/as como inmigrantes; después de todo, no residimos ilegalmente aquí. Otro término que también a muchos/as les incomoda es “ilegal”, tal vez por la relación que existe entre ambas palabras en Estados Unidos. Por esto, ser inmigrante y ser puertorriqueño/a pudiera dar la impresión de ser algo contradictorio. No obstante, la realidad es otra.
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