Si algo bueno tuvo esta experiencia fue asegurarme que no soy la única que detesta estas actividades proselitistas, escribe Lin Collazo
Si algo bueno tuvo esta experiencia fue asegurarme que no soy la única que detesta estas actividades proselitistas, escribe Lin Collazo
Eran cerca de las 5:30 de la tarde del domingo. Salía de la casa de mis progenitores en Orocovis, luego de cuidar desde temprano a mi padre. Tenía previsto regresar a mi hogar, a prepararme para la semana laboral que se avecina. La carretera PR-155 estaba mojada y se veía la neblina subir entre las lomas. En una de las curvas, antes de llegar a Los Naranjos, el tráfico se paralizó. Bajé el volumen de la radio que sonaba un podcast en el que leían historias colgadas en Reddit. Entonces escuché el estruendo inconfundible de una potente bocina “tumbacococos”. Al instante sentí como mis ojos desaparecían hacia la parte de atrás de mi cabeza y me invadió la ira.
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