El legado eskármetiano nos enseña a escarmentar tanto en cabeza propia como ajena. Porque en múltiples y maravillosas misivas nos has hecho bailar la victoria y la derrota sin jamás perder la esperanza, escribe Antonio Martorell
El legado eskármetiano nos enseña a escarmentar tanto en cabeza propia como ajena. Porque en múltiples y maravillosas misivas nos has hecho bailar la victoria y la derrota sin jamás perder la esperanza, escribe Antonio Martorell
Me dirijo a ti, mi amigo Antonio, como maestro porque lo eres en más de un modo. Sobre todo por decir cosas muy serias sin fruncir el seño y provocando sonrisas; por tu ejemplar manera de iluminar lo cotidiano con palabra e imagen, ritmo y color para revelárnoslo como extraordinario. Y no menos importante, el hacernos sentir a tus lectores y espectadores que nosotros también somos capaces de operar esa magia que prodigas.
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